En busca de la excusa...

NEGÁNDOME A BLANDIR MI ESPADA, COMO SI, POR SER EL ÚLTIMO JINETE, TUVIERA EN MIS MANOS EL PODER PARA DESENCADENAR (O NO) EL APOCALIPSIS. EVIDENTEMENTE, EL FIN DE LA HISTORIA NO DEPENDE DE MI, PERO SIGO CABALGANDO POR EL MUNDO, NEGÁNDOME A ACEPTAR QUE NO EXISTE UNA PERSONA BUENA POR LA QUE MEREZCA LA PENA SALVAR DE LA QUEMA AL RESTO, COMO EN SODOMA Y GOMORRA...ASÍ QUE, CADA DÍA QUE APARECE ALGUIEN, MI MUNDO CONSIGUE UN DÍA DE VIDA MÁS.

06 noviembre 2010

Cuando duele la marea



¿Qué puedes hacer cuando hay algo que duele cada vez que lo recuerdas? Ese sentimiento de desasosiego e inquietud que te inunda y al que no quieres enfrentarte. Puede que lo mejor sea echar los pensamientos de la mente, una vez más. Inspirar hondo y alejar poco a poco el sentimiento mientras expiras. Con cada soplo de aire ir despidiéndolo lentamente, como a un velero en el horizonte, sin saber adonde va, sin importarte tampoco, esperando que no vuelva a aparecer, que encuentre nuevos puertos donde atracar, nuevos destinos exóticos donde se pierda para no volver, para seguir olvidándote, para desaparecer siempre.
Ojalá uno supiera qué cosas de la vida te harán llorar, ojalá se adelantara la sospecha de ese sentimiento indeseado que está por llegar. Quizás así podríamos tomar decisiones acertadas, puede que, con eso, lográramos aminorar la magnitud del daño, aunque tal vez aun sabiéndolo seguiríamos adelante con la falsa certeza de que nuestros hechos pudieran cambiar en algo un dolor que ya estaba escrito.



25 octubre 2010

Feliz cumpleaños

Mientras la observaba, se confesó a si misma que, en realidad, la nariz de Lena tampoco se parecía en nada a la suya. Cuando la niña nació, hace hoy dieciocho años, todo el mundo se apresuró a afirmar lo mucho que se parecía a su padre, menos en esa pequeña nariz de botón que Marta siempre quiso adjudicarse. Sin embargo, viéndola allí, frente a su tarta de cumpleaños, tuvo que reconocer lo mucho, muchísimo que se parecía a su padre, incluso en aquella nariz. Recordaba como si fuera ayer el día que le conoció: había llegado al pueblo de nadie sabía donde y se había ido a vivir a la casa del río, aquella enorme casona que todo el mundo creía en ruinas. Él trabajó en ella durante meses y cuando por fin consiguió adecentarla colgó por todo el pueblo el cartel de “se dan clases de yoga”. Se le veía en la ribera del río acompañado de un pequeño grupo de personas vestidas de blanco haciendo movimientos extraños. Muchos se apresuraron a afirmar que “el loco del río” había montado una secta. Los más optimistas fantaseaban con la idea de clases colectivas de lujuria y amor libre. Evidentemente, la mayoría de los maridos y padres prohibieron a sus mujeres e hijas ir a casa del loco y mucho menos, recibir clase alguna de “iniciación a la secta”.
Marta siempre fue muy obediente, nunca fue a la casa del río pero si se agazapaba tras una pequeña casucha que se erguía al otro lado y desde allí observaba al grupo vestido de blanco sus poses yógicas y el sonido de sus mantras. Era curiosa la inclinación que mostraba Lena hacia el mundo de la meditación con lo poco que había vivido…
Carlos fue la única persona que siempre supo la verdad y juntos habían decidido contársela a Lena cuando cumpliera su mayoría de edad. Pero él había muerto antes de ver a su pequeña hacerse mayor y ahora estaba en manos de Marta el cumplir con aquella promesa. Maldito Carlos y su afición a la genética…

18 octubre 2010

Mi querido Aitor:

Por fin he reunido el valor y la templanza para hacer lo que hace años debí acometer. Todos los recuerdos de nuestra vida juntos se agolpan ahora en mi cabeza dejándome mareada y exhausta. Parece que fuera ayer y, sin embargo, ya han pasado varias vidas o, al menos, he envejecido como si así hubiera sido. A veces, cuando cae la noche y me encuentro entre las sábanas que compartimos, imagino que todo esto no es más que un muy mal sueño del que despertaré de un momento a otro. Sin embargo, al amanecer, la conciencia de la luz del día me desvela de nuevo la cruda realidad de tu verdad, de nuestra verdad. El día que lo averigüé flota en mis recuerdos como si hubiera sido un espejismo fruto de la sed de felicidad que me torturaba. Cuando tuve en mis manos aquella carta, se resolvieron en los enigmas de mis pensamientos muchas cosas, pero se abrieron en mi sentido muchos otros tormentos de futuro. Miro a nuestro hijo y me pregunto que tuve que hacer en otra vida para que en esta me castigaran de esta manera. El día que nació fue el primero que supe que algo pasaba, cuando en el paritorio de aquel hospital le preguntaba a todos donde estabas y nadie supo o nadie quiso contarme porque no estabas allí. No imaginas cómo me hizo sufrir tu madre. Jamás podrás entender lo que significó para mi verme sola en aquel momento, sin ti, sin mi familia, sin nadie que me tendiera una mano y me hiciera sentir algo de la dicha que debía estar sintiendo. Tú madre me engañó, me engañaron todos en tu casa. Me hicieron creer que me casaba con un hombre normal, si entendemos por normal alguien que, como mínimo, no desaparece durante días sin decir adonde va. Dejaron que me casara contigo sin saber el secreto que escondías, sin advertirme que condenaba mi vida al hacerlo. Dejaron que me fuera a vivir alguien que debía vivir interno, que cuidara de alguien que sólo debía ser atendido por psiquiatras.
Y el día que tuve en mis manos aquella carta... por fin cesaron mis dudas y comenzó de verdad mi tormento.
Hoy me alejo, por fin me voy de tu lado. Lo siento por nuestro hijo porque se que me necesita, porque a él si tengo la responsabilidad de cuidarle, aunque jamás consiga curarse, pero no puedo encerrarme en una casa donde todo está atado al suelo, donde los medicamentos se esconden en los cojines, donde aparecen y desaparecen enseres de valor si tú decides que así tiene que ser. Ya no puedo más. En mi cabeza se agolpan demasiadas torturas y simplemente no puedo con ellas.
Espero que lo entiendas. Se que lo entenderás. Se que, si el que lee estas letras es el Aitor al que conocí hace treinta años ya, lograrás comprender porqué tengo que dejaros. Tu familia no lo entenderá. Ellos dirán que soy una cobarde, que debí haberme quedado, que debí asumir la responsabilidad que ellos rechazaron. Sinceramente, Aitor, hace mucho tiempo que dejó de importarme lo que pensará tu familia. Hoy, sólo espero que hayas recordado tomarte la medicación y que el Aitor que lea estas letras sea aquel del que un día yo creí haberme enamorado.

Cuídate o, al menos, inténtalo.
Lena.

07 octubre 2010

Miedo

“Yo también tuve un amor”- me confesó mientras perdía su mirada en el vacío. “Cada mañana amanecía en mi pensamiento la sombra de su recuerdo, la sutil sonrisa de rostro, los ojos caídos de su desesperanza… Y seguía enamorado de ella”.
Me dijo que se iba y no se fue. No se fue nunca, no se si se irá. Algo presionó la boca de mi estómago inundándome de nervios. Las mariposas del estómago se transforman en revoloteos de gaviotas dentro de mí. Ni siquiera quiero pensarlo. Ni siquiera soporto la idea de que no ocurra. Necesito que se vaya, que se aleje. Debería irme yo, debería perderme en algún punto de este mundo, allá donde el no llegue. Me desconcierta la idea. No puedo imaginarlo. El me dijo que me amaba, que me amaría, que lucharía hasta el fin del amor y se fue antes o… ¡no! ¡horror! ¿Quizás fue su amor lo que se acabó? Me duele tanto que me siento enterrada en vida, trato de arrancarlo de mis entrañas pero no se va. Me voy a la cama con la idea de dejarlo atrás pero amanece y su imagen aparece en mi mente con el primer rayo de sol. No soporto la idea. No quiero ni decirlo en voz alta. No concibo entregar mi futuro a un recuerdo que no existe, que ya no es. Necesito que se vaya… Necesito irme yo… Necesito saber que voy a poder olvidarle…

26 septiembre 2010

Sombras


     Me pasaba a veces al apagar la luz, cuando no conseguía dormirme rápido y las sombras se adueñaban de mi habitación. Miraba al hueco de la puerta e imaginaba historias de oscuridad y tinieblas. El mundo siempre debería tener luz, tanta como la que despiertas en mi corazón. Anoche te miraba mientras dormías. Cuando estas a mi lado en la cama ni siquiera pienso en aquella oscuridad. Ni siquiera recuerdo que, en ocasiones, sumergía mi mirada en las sombras de la puerta, imaginando que me atrapaban, que me trasladaban a otro mundo en el que me sentía aun más perdida que en este.
Hoy han vuelto a mi los recuerdos oscuros de las noches de insomnio. En la casa de mis padres, mi antigua cama sigue situada justo enfrente de la puerta, la misma puerta donde habitan todos los seres oscuros que torturaron mis noches de infancia y adolescencia.
Ahora es de día, pero al verte alejarte todo a mi alrededor se vuelve sombras de un mismo futuro incierto. Te vas en busca de un destino que planificaste... y me dejas atrás, como las sombras que frente a mi cama anulan cada noche mi esperanza. Cuando tu estás, ni siquiera pienso en ellas, ni siquiera las veo. Pero, desde que te alejas, reaparecen en mi vida abriendo un oscuro hueco en la boca de mi estómago, un sentimiento de desasosiego que no desaparece hasta que vuelves o hasta que vuelve la luz.
Creo que las sombras habitan en mi garganta y son las que me hacen explotar cuando algo no va bien en mi vida. Es esa misma marabunta de sentimientos que puede que un día consigan alejarte definitivamente de mi.
Anoche te contemplaba y las sombras no aparecieron y tampoco el hormiguero de mi estómago. Anoche era feliz. Hoy te has ido y vuelvo a sentirme sola, como si toda mi vida hubiera estado unida a ti. Y siento este dolor, este vacío e imagino que es lo que debi sentir al nacer, cuando cortaron el cordón umbilical que me unía a mi madre y me vi abandonada en el mundo. Ya han pasado muchos años, pero el sentimiento, lejos de aminorar, se ha hecho más profundo. Ahora no solo pienso que hay demasiadas cosas por descubrir sino que estoy totalmente convencida de que no lo conseguiré nunca, de que un día las sombras de mi habitación podrán con mi voluntad y me llevarán lejos, allí donde jamás volveré a verte, donde quedaré para siempre sumida en la más profunda oscuridad de mi soledad.
Continuas alejándote sin girarte una sola vez para miras atrás. Mientras, yo no dejo de contemplarte, cada vez más pequeño, apenas un punto en el horizonte. Y, al mismo tiempo, yo me hago más pequeña cada vez, tanto como el punto que ahora eres tú. Ahora sólo soy un diminuto ser entre sombras que logran atraparme, que vencen mi sueño para llevarme con ellas. Una persona pequeña en un mundo de seres grandes, ahogada por el tumulto de la muchedumbre, enterrada entre oscuros recuerdos que solo tú consigues hacerme olvidar. Sin embargo... resulta... que tú... te vas...

25 septiembre 2010

Si tuviera tres vidas...

… una de ellas sería para ti. Aun no tengo claro lo que haría con las otras dos, pero lo que no dudo ni un instante es que una de ellas la dedicaría en exclusiva a amarte. Con demasiada frecuencia, me hubiera gustado comparar la vida con un trabajo de alfarería: con un poco de agua, se vuelve a moldear el barro y a empezar de nuevo, antes que intentar arreglar cualquier malformación del cántaro o jarrón. Pero la vida es como el barro ya cocido, para enderezar, hay que romper y pegar y pegar y pegar, hasta que tiene tantas cicatrices que nos se parece en nada a lo que pretendía ser. Entonces recordé la cantidad de veces que había imaginado que empezaba a vivir de nuevo, deseando que el mundo me diera otra oportunidad para borrar todo lo que no me gustaba. Tener tres vidas al menos y vivir cada una de forma diferente. Desgraciadamente, no tengo tres vidas y, si las tengo, no lo recuerdo… sólo recuerdo y no siempre lo que ocurre en esta y en esta se que hay veces que cuando se da un paso adelante, ya no puede jamás volverse atrás…

25 agosto 2010

Piernas



Miró sus largas piernas y se dio cuenta de que nunca podría llegar hasta ella. Desde que la descubriera en aquel andén siempre admiró la perfecta longitud de sus extremidades inferiores. Cada mañana, mientras dormía, inspeccionaba minuciosamente cada centímetro de aquellas piernas. Contaba cada pequeña imperfección y las detallaba en una lista mental de diminutas taras que conducen a la perfección. Ella solía despertarse antes de que el se percatara, le resultaba curioso como algo que para ella era un simple medio de locomoción podía despertar en aquel hombre semejante curiosidad. Era entonces cuando, en un movimiento ágil y preciso, rodeaba su cuello dejando su barbilla a la altura de su pubis y reía escandalosamente mientras él apenas sonreía sonrojado o quizás amoratado por la falta de aliento. No podía regañarla, nunca había sabido desafiar a aquellas piernas…

15 agosto 2010

"Pensé que nunca me pasaría a mí"

- Me lo dijo mientras buscaba a través de la ventana algo en los tejados de la ciudad que la aliviara de su dolor. Contemplaba los tejados coloridos imitación de la arquitectura de Gaudí, mientras recordaba los días previos a su última mudanza, cuando escogía con Jorge los azules que darían color a su nueva vida en común.

09 julio 2010

Porto Vintage


        
             No sabía si el dulce sabor en su paladar se debía a sus besos o aun a aquel sorbo de vinho do Porto. Aquella mañana le habían ascendido y ella le había propuesto celebrarlo con la botella de Sandeman de 40 años que había estado guardando para la ocasión.
Recordaba la primera vez que probó el vino, en aquel viaje cargado de recuerdos por los rincones de Portugal, cuando, después de cansarse de esperar durante un par de horas a que abrieran las bodegas, habían decidido colarse en una de las naves de la prestigiosa marca. Allí un simpático portugués hizo de anfitrión improvisado a su amiga y a ella, dándoles a probar lo mejor de la casa e incluso regalándoles una botella de aquel caldo. En la humedad de aquella bodega, mientras saboreaba el vino en un vaso de plástico, embriagada por el olor del brandy, decidió que sería sólo con él con quién se lo bebiera. Hoy, por fin, casi dos años después, había encontrado la ocasión.
Descorchó la botella de aquel vintage de calidad excepcional y el olor a aguardiente volvió a impregnarle los sentidos. Con el primer sorbo, la armonía de fruto y taninos le subió hasta la punta de la nariz, produciéndole una agradable sensación de relajación y temple. Él se quedó mirándola un instante hasta que decidió acercarse para besarla. Sintió como crecía su lengua debido al alcohol o acaso a la excitación y como, jugosa y apetecible como uva madura, buscaba en ella complicidad. Sus labios eran como aquel vino: caliente, dulce, suave y, también como al vino, los adivinaba recorriéndole todo el cuerpo. Sintió temblar su abdomen a la par que se le calentaba el paladar y el hormigueo de los labios llegó como un suspiro a los dedos de los pies. Se le erizó el vello; no sabía si debido a las ráfagas de aire que visitaban la terraza, al alcohol bañando su garganta o a la proximidad de él. “Será el viento”- pensó - y entonces un soplido apagó la vela provocándole un escalofrío y avalando su teoría. Él sintió su estremecimiento y la rodeó un brazo sosteniendo con el otro la copa de vino. El calor masculino de aquella mano consiguió calentarle la piel hasta que la percibió a la misma temperatura de su boca. Él jugaba a beber de ella el vino de Oporto y ella se dejaba hacer, sintiendo en su lengua el elixir de aquellos labios, degustándolos cual manjar prohibido y abandonándose en ellos. Perdió la noción del tiempo. En la calle, los sonidos empezaron a susurrar que estaba oscureciendo. La plaza se tornó del oscuro color de aquella botella de vino. El hálito de la brisa nocturna acariciando su piel parecía ser lo único que venía de fuera. Se sentía mareada, como en un ligero sueño, como cuando la luz del día te desvela al entrar por la ventana. Él pareció advertirlo y la sentó sin dejar de besarla, sin dejar de templar su cuerpo con su abrazo. Alternaba entre un sorbo de vino y un beso largo, como si quisiera compartir con ella cada degustación de tan espléndido caldo.
Empezó a contarle que le habían propuesto hacerse proveedor de un vinho verde portugués pero que, después de probar aquello, puede que se lo replanteara. Hablaron de aquella botella de vino, de desorbitado precio para tiempos de crisis; de presencia imprescindible para tales tiempos en los que la felicidad ha de medirse en pequeños sorbos de buen vino, en intemporales momentos como aquel que son los que construyen la vida, al final hecha tan sólo de recuerdos. En un estado de semiinconsciencia, ella se aventuró a contarle sus pensamientos en aquella bodega, el momento en el que decidió que sería sólo con él con quién compartiera aquellos pequeños sorbos de placer. Nunca antes había querido asustarle contándole que ya entonces pensaba en él. Por respuesta a su confesión recibió un nuevo beso, más largo, tanto como el último regusto de último sorbo de vino, el que se expande por todo el cuerpo, dilatando el exquisito sopor de la bebida alcohólica.
Cuando él se fue, la corriente de aire que entró por la terraza cruzando la entrada volvió a sacudirla. Cerró la puerta a su espalda deseando que se hubiera quedado para siempre. Sabía que sólo aquellas manos podrían mantener en su cuerpo el calor de aquel vino.

21 junio 2010

Soñando contigo


Si, ha pasado mucho tiempo, diez años ya. Se que aun piensas en mi. No puedes olvidarme en aquella cama de hospital, cuando te dije que durmieras a mi lado, que tenías que descansar. Tu alma sigue atrapada por el recuerdo ¿verdad? No puedes olvidar mi llanto silencioso, mi dolor, mi desespero, lo se cariño. Pero tienes que levantarte ya. Tienes que dejar de agazaparte en mitad de la escalera, tras esa barandilla que tantos desconsuelos ocultó. Ya se que aquel día no llorabas por aquel esguince de tobillo y se que escuchabas cada noche en la penumbra los lamentos de mi cuerpo afligido.
Te sientas cada día cabizbaja, oyendo los latidos del silencio de tu alma, buscando en tus recuerdos mis palabras, tantas que nunca te dije, tantas que no preguntaste, tantas que sólo consiguen ocultarse con el estallido de tu desasosiego.
Quiero que sepas que hace mucho que deje de llorar. Aquí el dolor se transforma en un curioso letargo. No desaparecen las punzadas del alma, pero se dejan de sentir las del cuerpo. Se que ahora es el desamparo el que ocupa en tu corazón el lugar que me corresponde, pero quiero que estés tranquila, que dejes de oír de una vez todas esas voces que torturan tu desvelo, el recuerdo de tantas lágrimas que derramé, que derramamos, todo lo que nunca nos dijimos. Siento haberte dejado sola. Siento haberme ido tan pronto abandonándote a merced del vacío, inundada de desesperanza.
Ojala supiera cómo ayudarte. Después de tantos años observándote, aún no he aprendido. Nunca supe y también lamento eso. Tienes que perdonarte por no haberte despedido, por no haberme dicho lo que yo ya se, que siempre me quisiste, que siempre me amarás, que siempre adorarás el recuerdo de una madre a la que perdiste demasiado joven.
Levanta ya de esa escalera, levanta y emerge de tus trágicos recuerdos. Echa el cerrojo a los tristes momentos pasados y abre tu alma a los nuevos amaneceres. Tus días son los peldaños de esa escalera que es tu vida, esa en la que ahora te escondes y que está deseando ser levantada. Construye con tu paso los nuevos cimientos que sostendrán el futuro. ¡Arriba! Me lo debes, me lo prometiste ante todos el día de mi despedida y nunca, jamás, has faltado a tu palabra.

07 junio 2010

Despertar


              He vuelto a quedarme dormida. Le dije a Carlos que me despertara y no lo ha hecho y ahora es tarde… Maldita sea. Ah, ya, que Carlos no está, hace semanas que se fue; meses, quizá… Y yo sigo culpándole por quedarme dormida… Puede que fuera eso lo que le alejó de mi, mi insistencia por querer hacerle mejor persona, cómo decía aquel libro que leí ¿cómo se llamaba? Mi psicóloga insiste en decirme que no, que no fue culpa mía, que simplemente “no cubría mis necesidades”. “Si no cubre mis necesidades, no es para mi”. Tengo que recordármelo a diario, repetírmelo hasta el infinito cómo un mantra, como dice el maestro Juan, mi monitor de tai-chi. Ni siquiera se porqué sigo yendo tai-chi. A principio me entusiasmaba la idea de “encontrarme a mi misma”, aprender a convivir conmigo sin estar resentida todo el día. Al menos, eso me decía mi psicóloga, decía que me ayudaría. Puede que la llame para volver a verla, a ver si consigo dormir mejor. Tengo tanto sueño… ni siquiera se que hora es. Puede que no sea tan tarde… En realidad me da igual, me da igual el trabajo, me da igual que día es, estoy cansada de despertarme sola, de no poder reñir a Carlos por haberme quedado dormida, de dejar la ventana entreabierta para que la luz del día consiga despertarme. Como contaba Jorge en aquel relato: “la luz entre las rendijas de las maderas del desván”, aquel desván de dedos infectados que tanto me hizo llorar. Y esperar aquella llamada que nunca llegaba, que nunca llegó. ¡Oh, por favor! ¡Díganle a esa mujer que se calle! Esta vecina gritona con la que me veo obligada a amanecer cada fin de semana. Si lo hubiera sabido jamás me habría comprado este piso, aunque me gusta tanto… Todos me decían que me cansaría de los colores con los que lo pinté pero no, tres años después aún no me he cansado. Si abriera un poco más la ventana podría ver el malva caucásico con que pinté la habitación. Ay, no, no tengo ganas de moverme aún, siento el tacto fresco de las sábanas de raso en mi piel y no quiero levantarme todavía. Estas sábanas parecían una buena idea, pero a Carlos no le gustaban, decía que se resbalaba cuando hacíamos el amor. Aunque Carlos ya no está, podría ponerlas cuantas veces se me antojara, solo que ahora ya no me apetece… ahora sólo quiero que sea sábado, para poder volver a dormir, para no tener que ir a trabajar, a realizar la tediosa tarea en la que he terminado sumida. ¿Cómo pudo ocurrirme eso? ¡Cuando estudiaba me imaginaba haciendo tantas cosas! Y, ahora, mírate, enterrada en papeles que no te aportan nada, que no te proporcionan ni un ápice de satisfacción. Estoy desencantada de mi trabajo, hastiada de mi jefe. Se que no es mal tipo, pero me exaspera. ¿Le mando un mensaje diciendo que me encuentro mal y no voy a trabajar? No sería del todo falso, me siento derrotada, los sueños me atormentan y me va a estallar la cabeza… ¡Bah! Me quedo en la cama, necesito que vuelva a amanecer sin nubarrones en mi cielo, necesito despertarme sin este desasosiego. Mañana será otro día…

03 junio 2010

Anoche te vi

Había olvidado cuanto duele. Anoche te vi. Me lo habían contado, pero me había esforzado por creer que no era cierto, no podía serlo, no debía…
Amanecí embarazada de ti, sentía en mi vientre el fruto de nuestros momentos de amor, quizás pasión, puede que tan solo cariño; sentía en mis entrañas revolviéndose a nuestro hijo y eso me hacía amarte aún más. Me levanté feliz, me desperté dichosa aquel día… hasta que te vi.
Estabas sentado en la cafetería a la que solías llevarme y conversabas con ella animadamente sin percatarte de mi presencia. Me agazapaba tras mi tristeza, paralizada por el inesperado encuentro.
Días antes le había preguntado a tu hermano por ti y sabía que regresabais del viaje, pero no esperaba compartirlo con vosotros. ¿Por qué estamos ahora en un avión? No me veo, ¿dónde estoy? Debo seguir agazapada tras mi miedo. Las risotadas de vuestra conversación me torturan la mente, el brillo en los ojos de ella me taladra el alma, tu sonrisa me atraviesa el corazón. No soporto oíros, no soporto veros y estoy encerrada con vosotros en el mismo avión, me veréis y no voy a saber que hacer. Tendría que preparar el encuentro, provocarlo para poder seguir el guión que tantas veces escribí en mi mente. Me levanto de mi asiento, finjo dirigirme al baño dándoos la espalda. Imagino que no me habéis visto porque sólo tenéis ojos el uno para el otro. ¡Mierda! El baño está ocupado… tres interminables minutos de espera… por fin puedo entrar. Ni siquiera levanto la tapa, sólo me miro al espejo, contemplo cada una de mis arrugas, cada milímetro de sequedad en la piel, cada vestigio de años y lágrimas… tantas que derramé. Respiro hondo y salgo del baño, enfocando con mi miopía vuestras risas, a lo lejos. Definitivamente, no me habéis visto. ¿Vuelvo a sentarme y obvio vuestra presencia? Dos pasos al frente, estoy en mi asiento. Cuando estoy dispuesta a ocuparlo, te giras encontrando mis ojos fijos clavados en ti, arqueas las cejas con un gesto de sorpresa y levantas las manos interpelando mi presencia. Camino sonriendo hacia vosotros, fingiendo el mismo desconcierto…
Acabo de despertarme sudando en las sábanas que compartí contigo, feliz porque todo ha terminado, no ha sido más que un mal sueño. Te busco a mi lado, pero no estás, bajo las manos buscando mi gravidez, pero no la encuentro. Me invade el vacío por lo real de mi pesadilla: ayer no os vi pero me contaron que os habían visto. Ahora se que ya no queda en tu recuerdo ni vestigios de mí. Y yo… ya no te quiero, es cierto, pero, entonces, ¿por qué siento este desasosiego? ¿Por qué he empezado a odiarla? ¿Por qué mi sueño me ha hecho tan desdichada?
Me acurruco en mi cama esperando volver a dormir, volver a preñarme de ti en mis sueños mientras sigo creyendo que soy feliz.

18 marzo 2010

Déjame

Déjame beberte. ¿Cómo? Si, que me dejes beberte. Déjame aspirarte despacio, como si no tuviera mucha sed, como si solo pretendiera saborear el néctar de tu piel. Y déjame olerte, como solo pueden olerse los amantes, déjame acariciar tu sabor con mis labios, tatuar tu aroma en mi sien, atrapar tu aura con mis manos… Déjame liberar mi alma torturada. Déjame decirte que te amo…

05 marzo 2010

En algún lugar

Allá donde el sol nunca se pone y la luna jamás se va, hay una encarnizada lucha por los dones de la vida. ¿Quién ganará? ¿yo? ¿o conmigo?

02 marzo 2010

Azul de recuerdos


            Ya hacía casi ocho años que se sentía así. A veces, en su incesante ir y venir de ideas y despropósitos, se topaba de bruces con la cruda realidad de su soledad. Normalmente pasaban varios días hasta que se daba cuenta de que algo ocurría. Andaba aletargada, medio sonámbula, desvariando consigo misma sobre lo injusto de las circunstancias y entonces, de repente, se daba cuenta de que le faltaba ella, siempre ella. En ocasiones se sonreía porque entonces al menos sabía que lo que le ocurría era “solamente” porque ella no estaba. Solamente por eso… como si no fuera suficiente. Entonces es cuando imagina que, si estuviera, le diría esto o aquello o no le diría nada, pero no se sentiría tan sola porque siempre podría llorar con ella, que para eso están las madres ¿no?.
A veces, cuando alguien le pregunta por su familia, habla de manera natural de sus hermanos, ellos lo son todo para ella, pero no hay más y no siempre es suficiente.
A solas con sus pensamientos, en un vano intento de acallar las voces que torturan su mente, reflexiona sobre todo esto y le escribe largas cartas que nunca envía porque no tiene dirección a donde enviarlas:
“Ellos tienen su vida, mamá, y sus circunstancias y su corazón más o menos ocupado. El mío, esta vacío de ti, y vacío de muchas otras cosas y supongo que es tan grande que hermanos y amigos no consiguen llenarlo, así que lo siento vacío… ¡tan vacío a veces…!. Sigo echándote de menos, tú lo sabes, sigo necesitando que desapruebes cuanto hago para saber qué es lo que tengo que hacer, sigo necesitando que haya alguien en el mundo que sea capaz de perder su sueño por velar el mío, como tú hiciste en más de una ocasión. Te quiero tanto que el dolor de tu ausencia es un callo en mi alma, una dureza insalvable que puede que jamás remita. Me faltas desde hace demasiados años… me faltarás aún más… sólo espero algún día dejar de olvidar que no estás…”.


Ya hacía casi ocho años que una parte de su espíritu había dejado de estar tranquilo. Durante cada día de ocho años sintió en su interior aquel agujero negro de desasosiego, durante cada día, hasta aquella tarde. Aquel día, fue con sus hermanos a probar por primera vez la sensación de respirar bajo el agua. Apenas recuerda si vio vida alguna, quizás un pulpo, quizás algún pececillo de color. Pero sí recuerda la sensación de paz y relajación, la sensación de acogida, de estar a salvo, de protección, de total y absoluta libertad, a pesar de las ataduras de todo aquel entramado de amarres y latiguillos que llevaba colgando.

Aún hoy, dos años después, cada vez que vacía el chaleco para bajar al fondo, es como si volviera con ella, quizás porque imagina que vuelve a su interior y flota de nuevo en el líquido amniótico y respira a través de un tubo como si fuera el cordón umbilical. Durante los 40, 50 o 60 minutos que dura la inmersión olvida que fuera ella ya no está y respira a través de sus recuerdos y flota en su interior, disfrutando del silencio del útero materno, sabiendo que arriba puede estallar una guerra que allí abajo, nada habrá cambiado. A veces, mirando al azul, viendo reflejados los destellos del sol, imagina que es el aura de su madre que aparece para acompañarla y desea con todas sus fuerzas que la narcosis le provoque una alucinación y que, un día, en una de esas inmersiones oscuras y profundas, ella aparezca flotando en un cardumen de roncadores, sonriendo y levitando como sólo puede hacerse en el mar. A veces incluso desea que, en ese momento, se la lleve con ella, que la toxicidad del oxígeno le haga perder el sentido para dejar de oír voces y morir en el único sitio donde se siente feliz; despedirse con el dulce recuerdo de la narcosis e irse aleteando de la mano de su madre hasta lo más profundo, donde deja de haber luz y simplemente hay silencio.

06 febrero 2010

Queda prohibido...

fingir que no te importa lo que te importa...
hacer algo esperando un resultado que nunca obtienes...

05 febrero 2010

Le llamaban Soledad, por llamarlo de alguna manera...

Estoy tan triste que no consigo llorar. Tan desamparado estoy que no logro ni tan siquiera sentirme solo. Me siento tan abandonado que ni encontrarme puedo... ¿De qué color es este sentimiento? ¿y cuál necesito para poner en su lugar????

28 enero 2010

Te invito...

A que me escribas, a que me cuentes algo, a que des rienda suelta a tus dedos y compartas conmigo lo que eres, quien eres, lo que sientes y cómo lo sientes, lo que sueñas... Te invito a que me cuentes si este blog apareció en tu pantalla sólo por accidente o si te has sentido identificado con alguna de las palabras que en el pueden leerse. El último jinete empezó su andadura hace más de un año y hoy se siente llanero solitario, observado sin interés, como una mota de polvo a través de un telescopio. Dime quién eres, dime qué sientes, dime que no cabalgo solo, dime que tengo que seguir subido a mi montura para conseguir filtrar algunas palabras en ese alma que ahora leen estas mismas. Háblame. Me encanta escuchar...

GRACIAS, POR ESTAR AHÍ...

25 enero 2010

Eternamente joven...

Es hora de creer que un mundo mejor es posible, que las cosas quizás ocurren sólo porque si, porque la vida es así o que puede que no, puede que ocurran porque lo mejor está por llegar... Puede que Nuria naciera para velarnos desde donde ahora esté...Puede que su abuela necesitara ayuda extra... Puede que, a partir de ...ahora, no vuelva a ocurrir nada malo... Puede que la vida, por fin, nos conceda un respiro... Es hora de mirar hacia adelante, de hacer planes de presente, de construir casas móviles, para llevar a cuestas allá donde vayamos el peso de nuestras almas y el colchón de nuestros amores... Es hora de decir que sí, de aprender de un bebé las ganas de vivir... Chiquitina preciosa, allá donde quiera que estés, es hora de respirar y dejar de llorar, a partir de ahora podrás dedicarte sólo a reir...

24 enero 2010

Nacida para morir...

Volver a empezar, aprender de un bebé las ganas de luchar por la vida... y perder....
Preciosa muñequita...

19 enero 2010

Mensaje de (des)esperanza

Recibí este mensaje una noche de tristeza y desasosiego. El remitente era desconocido. Después de buscar (y rebuscar) en mi memoria quien pudiera haberme dedicado tan bellas palabras, tuve que reconocer, con todo el dolor de mi corazón, que lamentablemente no iban destinadas a mi persona. Lei el mensaje varias veces intentando hacerlo mío. Al final, la realidad se hizo presente, advertí al remitente de su error y, en mi interior, le agradecí (o quizás maldije) su equivocación. Estas fueron sus letras:

Pienso en ti y en mi cara se dibuja una sonrisa. Pienso en mi futuro y la única cosa que tengo clara es que quiero que estemos juntos. Pienso en el pasado y mis recuerdos más dulces llevan tu nombre. Pienso en mi felicidad y está ligada a la tuya. Sueño con llevarte a esa playa con la que soñamos, cuidarte, hacer que tu sonrisa sea permanente y que tus ojos sean mi luz. Quiero dormir en tus brazos cada noche y despertarme en tu cama. Te regalaría el cielo. Pero tienes razón, es cierto que no te quiero, lo que siento está muy por encima de cualquier palabra...

12 enero 2010

CERRADO POR FALTA DE INSPIRACION...


...De historias que contar,
de sentimientos que transmitir,
de enfados que desahogar,
de apatías que gritar...

Cerrado por ausencia de lágrimas con las que cubrir las tristezas,
ausencia de alegrías que gritar,
ausencia de celos por los que enfurecerse,
ausencia de angustias por las que patalear,
simplemente ausencias...

Cerrado por corazón ahogado,
por caminar errado,
por amigos perdidos,
sentimientos encontrados...

Cerrado porque sí,
porque duele el alma y no tiene ganas de llorar,
porque duele el cuerpo y no tiene ganas de levantarse,
porque duele el espíritu y no tiene ganas de animarse,
porque está cansado el escritor y las penas pesan en los dedos del teclado...

Anulado... agotado por exceso de sueños y falta de él,
por cabalgar sin caballo,
por caminar sin zapatos,
por nadar sin aletas,
por subir sin escalera,
por intentar...

Por desfallecer en el intento de tanto camino no andado,
de tanto objetivo fracasado...

Apatía: falta total y absoluta de emociones...

Ni tanto ni tan poco que no es suficiente,
sólo eso...
sencillamente...
eso...