En busca de la excusa...

NEGÁNDOME A BLANDIR MI ESPADA, COMO SI, POR SER EL ÚLTIMO JINETE, TUVIERA EN MIS MANOS EL PODER PARA DESENCADENAR (O NO) EL APOCALIPSIS. EVIDENTEMENTE, EL FIN DE LA HISTORIA NO DEPENDE DE MI, PERO SIGO CABALGANDO POR EL MUNDO, NEGÁNDOME A ACEPTAR QUE NO EXISTE UNA PERSONA BUENA POR LA QUE MEREZCA LA PENA SALVAR DE LA QUEMA AL RESTO, COMO EN SODOMA Y GOMORRA...ASÍ QUE, CADA DÍA QUE APARECE ALGUIEN, MI MUNDO CONSIGUE UN DÍA DE VIDA MÁS.

21 junio 2010

Soñando contigo


Si, ha pasado mucho tiempo, diez años ya. Se que aun piensas en mi. No puedes olvidarme en aquella cama de hospital, cuando te dije que durmieras a mi lado, que tenías que descansar. Tu alma sigue atrapada por el recuerdo ¿verdad? No puedes olvidar mi llanto silencioso, mi dolor, mi desespero, lo se cariño. Pero tienes que levantarte ya. Tienes que dejar de agazaparte en mitad de la escalera, tras esa barandilla que tantos desconsuelos ocultó. Ya se que aquel día no llorabas por aquel esguince de tobillo y se que escuchabas cada noche en la penumbra los lamentos de mi cuerpo afligido.
Te sientas cada día cabizbaja, oyendo los latidos del silencio de tu alma, buscando en tus recuerdos mis palabras, tantas que nunca te dije, tantas que no preguntaste, tantas que sólo consiguen ocultarse con el estallido de tu desasosiego.
Quiero que sepas que hace mucho que deje de llorar. Aquí el dolor se transforma en un curioso letargo. No desaparecen las punzadas del alma, pero se dejan de sentir las del cuerpo. Se que ahora es el desamparo el que ocupa en tu corazón el lugar que me corresponde, pero quiero que estés tranquila, que dejes de oír de una vez todas esas voces que torturan tu desvelo, el recuerdo de tantas lágrimas que derramé, que derramamos, todo lo que nunca nos dijimos. Siento haberte dejado sola. Siento haberme ido tan pronto abandonándote a merced del vacío, inundada de desesperanza.
Ojala supiera cómo ayudarte. Después de tantos años observándote, aún no he aprendido. Nunca supe y también lamento eso. Tienes que perdonarte por no haberte despedido, por no haberme dicho lo que yo ya se, que siempre me quisiste, que siempre me amarás, que siempre adorarás el recuerdo de una madre a la que perdiste demasiado joven.
Levanta ya de esa escalera, levanta y emerge de tus trágicos recuerdos. Echa el cerrojo a los tristes momentos pasados y abre tu alma a los nuevos amaneceres. Tus días son los peldaños de esa escalera que es tu vida, esa en la que ahora te escondes y que está deseando ser levantada. Construye con tu paso los nuevos cimientos que sostendrán el futuro. ¡Arriba! Me lo debes, me lo prometiste ante todos el día de mi despedida y nunca, jamás, has faltado a tu palabra.

07 junio 2010

Despertar


              He vuelto a quedarme dormida. Le dije a Carlos que me despertara y no lo ha hecho y ahora es tarde… Maldita sea. Ah, ya, que Carlos no está, hace semanas que se fue; meses, quizá… Y yo sigo culpándole por quedarme dormida… Puede que fuera eso lo que le alejó de mi, mi insistencia por querer hacerle mejor persona, cómo decía aquel libro que leí ¿cómo se llamaba? Mi psicóloga insiste en decirme que no, que no fue culpa mía, que simplemente “no cubría mis necesidades”. “Si no cubre mis necesidades, no es para mi”. Tengo que recordármelo a diario, repetírmelo hasta el infinito cómo un mantra, como dice el maestro Juan, mi monitor de tai-chi. Ni siquiera se porqué sigo yendo tai-chi. A principio me entusiasmaba la idea de “encontrarme a mi misma”, aprender a convivir conmigo sin estar resentida todo el día. Al menos, eso me decía mi psicóloga, decía que me ayudaría. Puede que la llame para volver a verla, a ver si consigo dormir mejor. Tengo tanto sueño… ni siquiera se que hora es. Puede que no sea tan tarde… En realidad me da igual, me da igual el trabajo, me da igual que día es, estoy cansada de despertarme sola, de no poder reñir a Carlos por haberme quedado dormida, de dejar la ventana entreabierta para que la luz del día consiga despertarme. Como contaba Jorge en aquel relato: “la luz entre las rendijas de las maderas del desván”, aquel desván de dedos infectados que tanto me hizo llorar. Y esperar aquella llamada que nunca llegaba, que nunca llegó. ¡Oh, por favor! ¡Díganle a esa mujer que se calle! Esta vecina gritona con la que me veo obligada a amanecer cada fin de semana. Si lo hubiera sabido jamás me habría comprado este piso, aunque me gusta tanto… Todos me decían que me cansaría de los colores con los que lo pinté pero no, tres años después aún no me he cansado. Si abriera un poco más la ventana podría ver el malva caucásico con que pinté la habitación. Ay, no, no tengo ganas de moverme aún, siento el tacto fresco de las sábanas de raso en mi piel y no quiero levantarme todavía. Estas sábanas parecían una buena idea, pero a Carlos no le gustaban, decía que se resbalaba cuando hacíamos el amor. Aunque Carlos ya no está, podría ponerlas cuantas veces se me antojara, solo que ahora ya no me apetece… ahora sólo quiero que sea sábado, para poder volver a dormir, para no tener que ir a trabajar, a realizar la tediosa tarea en la que he terminado sumida. ¿Cómo pudo ocurrirme eso? ¡Cuando estudiaba me imaginaba haciendo tantas cosas! Y, ahora, mírate, enterrada en papeles que no te aportan nada, que no te proporcionan ni un ápice de satisfacción. Estoy desencantada de mi trabajo, hastiada de mi jefe. Se que no es mal tipo, pero me exaspera. ¿Le mando un mensaje diciendo que me encuentro mal y no voy a trabajar? No sería del todo falso, me siento derrotada, los sueños me atormentan y me va a estallar la cabeza… ¡Bah! Me quedo en la cama, necesito que vuelva a amanecer sin nubarrones en mi cielo, necesito despertarme sin este desasosiego. Mañana será otro día…

03 junio 2010

Anoche te vi

Había olvidado cuanto duele. Anoche te vi. Me lo habían contado, pero me había esforzado por creer que no era cierto, no podía serlo, no debía…
Amanecí embarazada de ti, sentía en mi vientre el fruto de nuestros momentos de amor, quizás pasión, puede que tan solo cariño; sentía en mis entrañas revolviéndose a nuestro hijo y eso me hacía amarte aún más. Me levanté feliz, me desperté dichosa aquel día… hasta que te vi.
Estabas sentado en la cafetería a la que solías llevarme y conversabas con ella animadamente sin percatarte de mi presencia. Me agazapaba tras mi tristeza, paralizada por el inesperado encuentro.
Días antes le había preguntado a tu hermano por ti y sabía que regresabais del viaje, pero no esperaba compartirlo con vosotros. ¿Por qué estamos ahora en un avión? No me veo, ¿dónde estoy? Debo seguir agazapada tras mi miedo. Las risotadas de vuestra conversación me torturan la mente, el brillo en los ojos de ella me taladra el alma, tu sonrisa me atraviesa el corazón. No soporto oíros, no soporto veros y estoy encerrada con vosotros en el mismo avión, me veréis y no voy a saber que hacer. Tendría que preparar el encuentro, provocarlo para poder seguir el guión que tantas veces escribí en mi mente. Me levanto de mi asiento, finjo dirigirme al baño dándoos la espalda. Imagino que no me habéis visto porque sólo tenéis ojos el uno para el otro. ¡Mierda! El baño está ocupado… tres interminables minutos de espera… por fin puedo entrar. Ni siquiera levanto la tapa, sólo me miro al espejo, contemplo cada una de mis arrugas, cada milímetro de sequedad en la piel, cada vestigio de años y lágrimas… tantas que derramé. Respiro hondo y salgo del baño, enfocando con mi miopía vuestras risas, a lo lejos. Definitivamente, no me habéis visto. ¿Vuelvo a sentarme y obvio vuestra presencia? Dos pasos al frente, estoy en mi asiento. Cuando estoy dispuesta a ocuparlo, te giras encontrando mis ojos fijos clavados en ti, arqueas las cejas con un gesto de sorpresa y levantas las manos interpelando mi presencia. Camino sonriendo hacia vosotros, fingiendo el mismo desconcierto…
Acabo de despertarme sudando en las sábanas que compartí contigo, feliz porque todo ha terminado, no ha sido más que un mal sueño. Te busco a mi lado, pero no estás, bajo las manos buscando mi gravidez, pero no la encuentro. Me invade el vacío por lo real de mi pesadilla: ayer no os vi pero me contaron que os habían visto. Ahora se que ya no queda en tu recuerdo ni vestigios de mí. Y yo… ya no te quiero, es cierto, pero, entonces, ¿por qué siento este desasosiego? ¿Por qué he empezado a odiarla? ¿Por qué mi sueño me ha hecho tan desdichada?
Me acurruco en mi cama esperando volver a dormir, volver a preñarme de ti en mis sueños mientras sigo creyendo que soy feliz.