Se levantó con un dolor agudo en el pecho, como cuando una carrera de diez kilómetros quiebra unos pulmones poco acostumbrados al esfuerzo. Desde pequeña le habían dicho que tenía que aprender a respirar. Monótona tarea la de inflar y desinflar para luego volver a empezar sin encontrar apenas beneficio. Pero estaba acostumbrada a ese dolor. Hacía
años que lo identificaba con el hecho de estar enamorada. Su amiga
Marie le había dicho que eso no era amor, pero !que sabía ella!
Llevaba ocho años casada con un empresario por el que parecía no
sentir nada, nada parecido al pulular de mariposas anidando en los
intestinos, al nerviosismo que precede a una llamada, a ese dolor
agudo en el pecho que le dice que algo va mal pero que es indicador
de lo mucho, muchísimo que ella lo amaba. Marie no tenía ni idea de
lo que era desvanecerse de pasión en los brazos de un amante, de
perder la noción de las horas a su lado. Marie no tenía ni idea y,
sin embargo, decía ser feliz... bah! Y ella, ella se sentía a ratos en el
cielo y la mayor parte del tiempo en el infierno, pensando siempre
que todo aquello era un precio justo por el hecho de haber encontrado
el amor. Que demonios sabía Marie! Marie escogió a un hombre
aburrido, se casó con él, se fueron a vivir a una casa que
compartían con un gato y estaban pensando en tener hijos. Pero Marie
nunca estaba pendiente de aquel hombre, no lo mimaba como hubiera
hecho ella, ni le escribía cartas hablándole de sus sentimientos,
ni sentía celos, ni sufría por amor. Marie simplemente convivía
con un hombre con el que todo era demasiado... fácil.
Ella
prefería su dolor en el pecho, el exquisito dolor del amor, el
aturdido enjambre de abejas descarriadas por un despecho, amanecer
cada día esperando la felicidad por dedicar su vida y sus momentos
al hombre objeto de sus obsesiones. Aquello sí que era amor, aquel
tormento de sentimientos y atenciones que la hacían sentir viva y
entregada. Tan dedicada, tan obsesionada, tan entregada, tanto, tantísimo amaba que quizás a veces, como alguna vez dijo Marie,
pareciera demasiado.