En busca de la excusa...

NEGÁNDOME A BLANDIR MI ESPADA, COMO SI, POR SER EL ÚLTIMO JINETE, TUVIERA EN MIS MANOS EL PODER PARA DESENCADENAR (O NO) EL APOCALIPSIS. EVIDENTEMENTE, EL FIN DE LA HISTORIA NO DEPENDE DE MI, PERO SIGO CABALGANDO POR EL MUNDO, NEGÁNDOME A ACEPTAR QUE NO EXISTE UNA PERSONA BUENA POR LA QUE MEREZCA LA PENA SALVAR DE LA QUEMA AL RESTO, COMO EN SODOMA Y GOMORRA...ASÍ QUE, CADA DÍA QUE APARECE ALGUIEN, MI MUNDO CONSIGUE UN DÍA DE VIDA MÁS.

27 septiembre 2011

Mientras sonríes



En el desierto de mis indecisiones surges de la nada, cual oasis y me sonríes. Sencillamente, sonríes y tu sonrisa abre una ventana, el balcón de las ilusiones, la puerta de las esperanzas, la luz de las más oscuras tinieblas. Cuando ries el mundo parece otra cosa, quizás… incluso algo bueno, un despertar de desengaños y desalientos, el amanecer de la primavera. Puede que no haya nada que pueda escribir que de la sonrisa no se haya dicho ya. Puede que no haya nada que pueda sentir que por una sonrisa no se haya sentido ya. Puede que no haya nada, absolutamente nada en este mundo que no se haya dicho, escrito, cantado o sentido ya: que tus ojos son el umbral de la luz, que tu voz el sosiego de mis desvelos, que tu descanso la esperanza en flor, que tu risa… el despertar de la ilusión. Y puede, amor, que no sea nuevo decir que será para siempre, que por mis venas corren tus pálpitos como si caballos fueran, que no mariposas, amor y que en mi estómago se embrutecen los sobresaltos convirtiéndolos en tornados que se deshacen únicamente cuando me rodean tus brazos, amor. Sin embargo, la despedida no es un dolor tan dulce, la despedida son dagas envenenadas y empuñadas con saña que atraviesan mis sentidos dejando el sabor en las manos y el tacto en el paladar, ensordeciendo mis oídos arrastrándolos anulados hasta mi estómago, cegándome los ojos y taponando con ellos el corazón. No, decididamente, la despedida no es un dulce dolor. No quiero despedirme hasta el amanecer para volver después o para no volver nunca. No quiero decir buenas noches. Quiero dormir entre crepúsculos sin que sean tus palabras, sino tu sonrisa, la que me despida cada noche y cada amanecer me de los buenos días… amor…

13 septiembre 2011

Ilusión


Ver aparecer el sol tras la sombra de la montaña,
sentir la lluvia en la piel cuando hace calor,
encontrar la moneda que necesitas para el carro de la compra,
recibir la llamada que esperas diciéndote justo lo que quieres oir...
recibir una llamada que no esperabas diciéndote justo lo que necesitabas escuchar...

Abrir los ojos y darle los buenos días al amanecer, un hola a un mundo que se estrena cada mañana, que se limpia con las gotas del rocío, que se bendice con los primeros rayos del sol.

Conseguir cuadrar la agenda con los amigos que quieres ver, con las cosas que quieres hacer, con los sueños que quieres cumplir…

Poner la tele justo cuando empieza tu serie favorita,
encender la radio cuando suena tu canción,
leer en un graffiti una frase que nunca olvidarás,
escuchar de labios de alguien las palabras que anhelabas.

Sentir la esperanza como si formara parte de tu atuendo, iluminando los colores del ánimo a su paso...
despertarse con el olor del café,
descubrir que el universo sigue vivo… a pesar de todo...y más increíble, cada vez...

08 septiembre 2011

Desesperación

Se derrama en las entrañas, como si fueran gotas de sudor trabajado, de esas que resbalan por la sien refrigerando acaso las ideas... o acaso no. Hoy solo duermes, o solo quieres dormir porque en tus sueños el sudor si que refresca y nada se derrama, nadie se desparrama, nada consigue descomponer el puzzle del interior. Bramando, al aire, al cielo, al sol. Esperando ver pasar angustias para decirles adiós, aunque ellas se quedan, sin pedir permiso, sin dejar espacio a la esperanza. Hazme sonreir, cuéntame algo que me deje ver más allá de las nubes, algo que me diga que existe la ilusión, que caminar es seguir un sendero que lleva a alguna parte. Háblame, un discurso minúsculo que me haga olvidar un instante las pesadas cadenas que al anochecer arrastro. O, mejor, olvídame tú, para que pueda ser yo quien diga adiós sin que me eches de menos, sin que lamente sentir dolor por haber decidido que no volvería a tu lado, porque ya se hizo demasiado tarde, porque ya me cansé de sentirme así.

07 septiembre 2011

Extenuación

Se adormece... murciélago colgado al amanecer. Se apaga... luciérnaga varada entre rayos de sol. Se termina... el vuelo de un ave al que cortan las alas. Desvaría, como si fuera la primera vez, la única vez que se ha sentido triste. Se asoma a la ventana y respira hondo. Ve asentarse lentamente la noche y gime doloroso el encuentro con su extravío. Desvaríos, sonidos perecederos de la tempestad que precede a la calma, maldito karma... testigos astrales del ascendente, sombríos augurios de un desesperado futuro. Y un nudo, que rueda desde la garganta a la boca del estómago, desde el centro del entrecejo hasta el perineo, allí donde todo acaba, donde acaba todo... donde la raiz se entierra en la tierra, donde la sedienta simiente bebe del agua de la vida. Agua... destellos alados del levitar, armarse de valor para sumergirse en los pensamientos, ahogarse en penas saladas costradas de mar y amar, amarse a uno mismo desde hoy y para siempre, sin esperar nada, sin acercar nada, sin alejar, alejarse, sin llorar... caminando sin pedir permiso a tus pasos, un pie delante del otro, para no olvidar el recorrido, para no doblar el cuerpo cuando el peso no se soporte sobre los hombros cansados. Hastío, agotamiento... agarrotamiento... desazón, sin razón... desesperanza... dolor...

03 septiembre 2011

Despertar


Y si un día te pierdes, jinete, no confieses nunca que no conoces el camino. Finge que cogiste un atajo o que te desviaste para gozar del paisaje. Miente sobre tu destino, fantasea sobre tu procedencia, anula cada vestigio de miedo que el depredador pueda llegar ni tan siquiera a olerte. Otea el camino, al caer la tarde, cuando queda definido el oeste y empieza a brillar la estrella polar. Sigue entonces el sendero que marquen tus sueños, que no tus pasos, porque tus pasos te llevarán donde digan los pensamientos, pero tus sueños, jinete, ellos te llevan allí justo donde quieres estar. Y no olvides nunca borrar tus huellas del camino, para que ni tan siquiera tu caballo sepa volver atrás. Cabalga sin prisa disfrutando a cada paso porque lo que buscas, jinete, puede estar en el próximo recodo del camino. Buen viaje.

01 septiembre 2011

Frío



A veces parece que ha llegado el invierno sin que apenas haya arrancado el verano. De repente el frío le cala los huesos y corre a refugiarse en una manta o en varias hasta que desaparecen los temblores, si es que acaso desaparecen y es entonces cuando se pregunta cuándo dejará de tener frío estando a cuarenta grados. Y sus preguntas nunca nadie las responde porque las formula en silencio, al universo, como si los astros se dignaran alguna vez a responder las preguntas de una simple mortal. “!Vana ilusión!”- se aflige. Y continúa mirando al cielo esperando quizás por fin una respuesta, al menos un susurro en el horizonte que calme aquel malestar. Hoy ha vuelto a sentir frío. Empezó, como siempre, con un ligero escalofrío en la espalda al que siguió la punzada del pecho, allí donde alguna vez hubo alojado un corazón. Ahora ya no estaba, se había hecho añicos, una tarde cualquiera de verano, de esas que sin avisar se vuelven invierno, helando cada suspiro que encuentre a su paso. A veces piensa que el corazón se ha hecho puré y se ha escurrido hasta llegar al intestino delgado y es por eso que, en ocasiones, tiene retortijones: a su aparato digestivo, definitivamente, le sentaba mal un corazón en mal estado. Pero otras veces pensaba que seguía estando donde siempre estuvo, solo que podrido y es por eso que le daba una punzada cuando llega ese invierno que siempre la coge desprevenida.
Había visitado al menos a la mitad de los endocrinos, estomatólogos y digestivos que había encontrado en la provincia, pero ninguno de ellos conseguía averiguar el porqué de su mal. El endocrino la mandaba al cardiólogo, este al neurólogo y el último al estomatólogo y entonces vuelta a empezar.
“Pero, ¿dónde le duele?”. Ella se ponía una mano en el pecho y la otra en la boca del estómago para intentar expresar que, en realidad, no conseguía averiguar de donde venía aquella dolencia.
Otras veces pensaba que sólo era hambre y entonces comía y comía pretendiendo paliar su aflicción. Estas eran las mejores veces porque entonces sabía, a ciencia cierta, que había una afección en su cuerpo que provenía del aparato digestivo. Se daba masajes en el estómago contando que algo le había sentado mal y esperaba varios días a que desapareciera la molestia. Y, al menos por esos días, dejaba de pensar que puede que en su pecho no hubiera un corazón podrido, sino, simplemente, vacío.