Permaneció impasible ante su estrella.
Se adormeció el horizonte, se nublo la estela del cometa,
amanecieron los ilustres y el hombre sometió su orgullo a las tinieblas.
Más le valió al peregrino caminar tras su negra sombra, sin su buena estrella,
sin toparse de bruces con la hermosa, brillante y embustera luna llena.
Como el sol galopa tras la extensa cordillera,
aquel que se fue no vino pretendiendo que no fuera más que ilusión su divino ser y ¿lo fue?
Puede que lo fuera.
Puede que fuese lo que fuera, no acertase a ser certera lo que la sin par aventura de un planeta pretendió en su galopar.
¿Andar…? ¿Para qué?- resolvió el peregrino.
¿Para que vagar con la espera y añorar lo que no llega?
Sentémonos en el camino, sin buscar la luz de la estrella
y… si llega, llega y si no llega…
No nos sintamos entristecidos porque ni siquiera Dios nos brindó tan singular promesa.