- Entonces no estabas conectada con nada.
- Hace nada no lo estaba y ahora todo tiene sentido.
- Te vi
- Me viste
- Te vi esta mañana y supe que sería hoy.
Y así fue como ella lo supo, supo que a partir de entonces no debía sino estar atenta y vivir, por fin, después de tantos años, ser capaz de amar sin perderse, de soñar sin enterrarse, de mantenerse firme sin enfadarse. Como si el big bang hubiera vuelto a componer todas las partículas del universo en una esfera perfecta porque ahora todo encajaba.
- Yo no te vi pero ahora puedo verte y se donde estás y se donde estoy y resulta que ahora todo es muy fácil, todo es claro, todo fluye.
Y por primera vez no quiso dormir, quiso disfrutar serenamente del latido de su corazón, sentir en su pecho el merecido compás de la felicidad, amarle con cada poro con la certeza de que sería para siempre porque su ombligo se enraizaba al mundo y de allí siempre tendría sustento, como siempre debió haber sido, como por fin había logrado aprender. Se incorporó y quiso volver a fundirse con él. Ahora sería distinto, ahora ninguno de ellos aplastaría al otro, estaban sostenidos por amor verdadero, por el que te hace crecer, ese que cada día consigue que seas un individuo mejor y más grande, sin dudas, sin rencores, sin dolor.