¿Qué puedes hacer cuando hay algo que duele cada vez que lo recuerdas? Ese sentimiento de desasosiego e inquietud que te inunda y al que no quieres enfrentarte. Puede que lo mejor sea echar los pensamientos de la mente, una vez más. Inspirar hondo y alejar poco a poco el sentimiento mientras expiras. Con cada soplo de aire ir despidiéndolo lentamente, como a un velero en el horizonte, sin saber adonde va, sin importarte tampoco, esperando que no vuelva a aparecer, que encuentre nuevos puertos donde atracar, nuevos destinos exóticos donde se pierda para no volver, para seguir olvidándote, para desaparecer siempre.
Ojalá uno supiera qué cosas de la vida te harán llorar, ojalá se adelantara la sospecha de ese sentimiento indeseado que está por llegar. Quizás así podríamos tomar decisiones acertadas, puede que, con eso, lográramos aminorar la magnitud del daño, aunque tal vez aun sabiéndolo seguiríamos adelante con la falsa certeza de que nuestros hechos pudieran cambiar en algo un dolor que ya estaba escrito.