La primera subida es como facilona, piensas que ya está hecho y que podrías volver ha hacerlo decenas de veces más. Pero empiezan las bajadas, las curvas, las caídas al vacío y entonces crees morir en cada giro de sentido y apenas segundos después, todo acaba.
Algo así como en la vida, solo que los segundos se antojan demasiado largos a veces.
Sin embargo hay ocasiones, como en la vida, en la que tu aventura de parque de atracciones te lesiona, te rompe por dentro y entonces decides que esa fue la última vez que subiste, que no volverán a convencerte para otra.
Años después llega alguien que te enseña una atracción nueva, te engatusa con las mieles de las nuevas emociones y es entonces cuando recuerdas que estuviste rota y que tardaste tanto en curar que quizás no merece la pena por un ratito de nada.