Hace una vida soñé que llegaría el día en que dejaría de echarte de menos. Imaginaba que te habías desvanecido de mis pensamientos como niebla matutina, sin darme apenas cuenta. Hace al menos media vida, fantaseaba con la idea de que quizás no tuviera que acordarme de olvidarte, que media vida habría bastado para aprender a amarte, a amarnos, a desfibrilarnos mutuamente para saber amar sin congestión, sin dolor. Pero media vida no es suficiente. ¿Qué es media vida en la vida de un alma? ¿qué es un grano de arena en una playa? ¿una gota en un océano? Hace un cuarto de vida me resigné a la idea de perderte, a la inútil ilusión de que podría olvidarte y acepte dejar pasar el tiempo para que los minutos se llevaran tus recuerdos. Hoy me doy cuenta que puede que pase otra vida olvidando recordarte, que puedo esforzarme por hacerte desaparecer de mis emociones pasadas, pero que quizás hay conexiones que requieren de más de una vida, puede que más de varias y la única opción es dejar que pase el tiempo y vivir con la consciencia de que todo ocurre por alguna razón... o no...