Se adormece... murciélago colgado al amanecer. Se apaga... luciérnaga varada entre rayos de sol. Se termina... el vuelo de un ave al que cortan las alas. Desvaría, como si fuera la primera vez, la única vez que se ha sentido triste. Se asoma a la ventana y respira hondo. Ve asentarse lentamente la noche y gime doloroso el encuentro con su extravío. Desvaríos, sonidos perecederos de la tempestad que precede a la calma, maldito karma... testigos astrales del ascendente, sombríos augurios de un desesperado futuro. Y un nudo, que rueda desde la garganta a la boca del estómago, desde el centro del entrecejo hasta el perineo, allí donde todo acaba, donde acaba todo... donde la raiz se entierra en la tierra, donde la sedienta simiente bebe del agua de la vida. Agua... destellos alados del levitar, armarse de valor para sumergirse en los pensamientos, ahogarse en penas saladas costradas de mar y amar, amarse a uno mismo desde hoy y para siempre, sin esperar nada, sin acercar nada, sin alejar, alejarse, sin llorar... caminando sin pedir permiso a tus pasos, un pie delante del otro, para no olvidar el recorrido, para no doblar el cuerpo cuando el peso no se soporte sobre los hombros cansados. Hastío, agotamiento... agarrotamiento... desazón, sin razón... desesperanza... dolor...
1 comentario:
Frío, despertar, extenuación,... ¡Qué secuencia más bien hilada nos ofreces en este septiembre! Excelente. Desde las entrañas retratas los sentimientos hasta el punto de hacérmelos sentir.
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