Recibí este mensaje una noche de tristeza y desasosiego. El remitente era desconocido. Después de buscar (y rebuscar) en mi memoria quien pudiera haberme dedicado tan bellas palabras, tuve que reconocer, con todo el dolor de mi corazón, que lamentablemente no iban destinadas a mi persona. Lei el mensaje varias veces intentando hacerlo mío. Al final, la realidad se hizo presente, advertí al remitente de su error y, en mi interior, le agradecí (o quizás maldije) su equivocación. Estas fueron sus letras:
Pienso en ti y en mi cara se dibuja una sonrisa. Pienso en mi futuro y la única cosa que tengo clara es que quiero que estemos juntos. Pienso en el pasado y mis recuerdos más dulces llevan tu nombre. Pienso en mi felicidad y está ligada a la tuya. Sueño con llevarte a esa playa con la que soñamos, cuidarte, hacer que tu sonrisa sea permanente y que tus ojos sean mi luz. Quiero dormir en tus brazos cada noche y despertarme en tu cama. Te regalaría el cielo. Pero tienes razón, es cierto que no te quiero, lo que siento está muy por encima de cualquier palabra...
No hay comentarios:
Publicar un comentario