En busca de la excusa...

NEGÁNDOME A BLANDIR MI ESPADA, COMO SI, POR SER EL ÚLTIMO JINETE, TUVIERA EN MIS MANOS EL PODER PARA DESENCADENAR (O NO) EL APOCALIPSIS. EVIDENTEMENTE, EL FIN DE LA HISTORIA NO DEPENDE DE MI, PERO SIGO CABALGANDO POR EL MUNDO, NEGÁNDOME A ACEPTAR QUE NO EXISTE UNA PERSONA BUENA POR LA QUE MEREZCA LA PENA SALVAR DE LA QUEMA AL RESTO, COMO EN SODOMA Y GOMORRA...ASÍ QUE, CADA DÍA QUE APARECE ALGUIEN, MI MUNDO CONSIGUE UN DÍA DE VIDA MÁS.

25 octubre 2010

Feliz cumpleaños

Mientras la observaba, se confesó a si misma que, en realidad, la nariz de Lena tampoco se parecía en nada a la suya. Cuando la niña nació, hace hoy dieciocho años, todo el mundo se apresuró a afirmar lo mucho que se parecía a su padre, menos en esa pequeña nariz de botón que Marta siempre quiso adjudicarse. Sin embargo, viéndola allí, frente a su tarta de cumpleaños, tuvo que reconocer lo mucho, muchísimo que se parecía a su padre, incluso en aquella nariz. Recordaba como si fuera ayer el día que le conoció: había llegado al pueblo de nadie sabía donde y se había ido a vivir a la casa del río, aquella enorme casona que todo el mundo creía en ruinas. Él trabajó en ella durante meses y cuando por fin consiguió adecentarla colgó por todo el pueblo el cartel de “se dan clases de yoga”. Se le veía en la ribera del río acompañado de un pequeño grupo de personas vestidas de blanco haciendo movimientos extraños. Muchos se apresuraron a afirmar que “el loco del río” había montado una secta. Los más optimistas fantaseaban con la idea de clases colectivas de lujuria y amor libre. Evidentemente, la mayoría de los maridos y padres prohibieron a sus mujeres e hijas ir a casa del loco y mucho menos, recibir clase alguna de “iniciación a la secta”.
Marta siempre fue muy obediente, nunca fue a la casa del río pero si se agazapaba tras una pequeña casucha que se erguía al otro lado y desde allí observaba al grupo vestido de blanco sus poses yógicas y el sonido de sus mantras. Era curiosa la inclinación que mostraba Lena hacia el mundo de la meditación con lo poco que había vivido…
Carlos fue la única persona que siempre supo la verdad y juntos habían decidido contársela a Lena cuando cumpliera su mayoría de edad. Pero él había muerto antes de ver a su pequeña hacerse mayor y ahora estaba en manos de Marta el cumplir con aquella promesa. Maldito Carlos y su afición a la genética…

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