En busca de la excusa...

NEGÁNDOME A BLANDIR MI ESPADA, COMO SI, POR SER EL ÚLTIMO JINETE, TUVIERA EN MIS MANOS EL PODER PARA DESENCADENAR (O NO) EL APOCALIPSIS. EVIDENTEMENTE, EL FIN DE LA HISTORIA NO DEPENDE DE MI, PERO SIGO CABALGANDO POR EL MUNDO, NEGÁNDOME A ACEPTAR QUE NO EXISTE UNA PERSONA BUENA POR LA QUE MEREZCA LA PENA SALVAR DE LA QUEMA AL RESTO, COMO EN SODOMA Y GOMORRA...ASÍ QUE, CADA DÍA QUE APARECE ALGUIEN, MI MUNDO CONSIGUE UN DÍA DE VIDA MÁS.

22 mayo 2009

Compartida


“No sabes la de veces que me he masturbado pensando en ti.” “Tenía tantas ganas de...esto...”- me había dicho aquella noche. “Ven aquí, preciosa” “¿Te gusta?” y un sinfín de frases más que me hicieron acercarme a él aún más; a su olor, a la suavidad de su piel, de sus labios, a la dulzura de sus ojos.
Su amigo era como dormir en sábanas limpias y perfumadas: agradable, muy agradable, olía maravillosamente, besaba dulcemente y sus manos y su lengua eran suaves... me gustaba sentirlas mientras besaba a Pablo. Pero yo sólo tenía ojos para el.
La primera vez que lo hicimos fue tan inesperado como agradable. Recuerdo el día en que vinieron a mi casa a cenar, la primera vez de muchas. Comida china, dos botellas de vino y es festín estaba servido. Desde entonces solía repetirse la misma ceremonia. Me proponían ir a cenar, invitación que yo extrañamente rechazaba y acabábamos yendo a mi casa y después de las copas nos íbamos al sofá donde empezaba el ritual de las caricias. Era como tener dos ositos de peluche conmigo en el sofá: tan tiernos, tan dulces, tan atentos... Jamás me sentí incómoda en la cama con ellos.
Pero aquel día le mire a los ojos y lo que quería hacer con él era mucho más profundo que el sexo, e iba mucho más allá de mi cuerpo y el suyo. Aquella noche le hubiera entregado todo mi ser, mi cuerpo y mi alma. Me abrazaba y me besaba como si quisiera decirme que él sentía lo mismo, pero no lo dijo. Cuando terminamos se fueron, como siempre, un beso a cada uno y buenas noches. Me dormí oliendo a ellos, como cada vez, pero las manos de Pablo me quemaban en la cintura hasta que me dormí pensando en él. En nuestra siguiente cita, le propuse al oído pasar la noche juntos, solos los dos; hice lo mismo en la siguiente, y en la siguiente, hasta que, cansada de no obtener respuesta le invité a un café y lo hablamos. Me contó que una vez, hace tiempo, una de sus amigas compartidas había acabado siendo de uno sólo y eso los había distanciado de forma que habían acordado no volverlo a hacer jamás. La chica que era de los dos, debía ser siempre de los dos o de ninguno y, estaba claro que yo, si quería seguir viéndoles, tendría que ser a los dos juntos, al menos en la cama. Me despedí de él aquella misma tarde, no volví a coger sus llamadas ni contestar sus mensajes. Un día dejaron de llamar.
No he vuelto a compartir amigos. Nunca le conté nada a Jorge, borré toda mi vida anterior para empezar a ser una mujer de gustos sencillos, algo aburrida en la cama, tal vez, pero ocupada por un sólo hombre. A veces echo de menos sus cuerpos junto al mío y su mezcla de olores en mi almohada y, a veces, si Jorge no está, me tumbo en el sofá y los imagino uno a cada lado, compartiéndome, mientras juego con mis ositos de peluche.

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