A veces sus sueños eran de color azul. Habían desaparecido las imágenes, cómo en aquella fotografía descolorida de cuando era gordo. Se levantó, pretendiendo apagar su sed con apenas un sorbo de agua. Siempre tenía sed. A veces buscaba en su soledad un aliento de esperanza, pero sólo aparecían malos augurios, le ocurría desde que había decidido alejarse de las drogas. Ocurrió en aquel viaje, cuando casi muere ahogado, mientras hacía el descenso de aquel río. ¿Cuál era su nombre? Habían abordado aquella canoa, echando a sus ocupantes para casi ahogarse después, envueltos en la irrealidad del último petardo.
Hoy, mendigo de sus propios sueños, se mira al espejo con pereza mientras contempla sus zapatos de tacón. Maldita la hora en la que decidió que su vida era cantar y se metió en la piel de aquel travestido meditabundo e inútil. En conflicto consigo mismo, recordaba con tristeza su edad de oro y, en vano, pretendía arrancarse a sí mismo sueños de otro color.
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