En busca de la excusa...

NEGÁNDOME A BLANDIR MI ESPADA, COMO SI, POR SER EL ÚLTIMO JINETE, TUVIERA EN MIS MANOS EL PODER PARA DESENCADENAR (O NO) EL APOCALIPSIS. EVIDENTEMENTE, EL FIN DE LA HISTORIA NO DEPENDE DE MI, PERO SIGO CABALGANDO POR EL MUNDO, NEGÁNDOME A ACEPTAR QUE NO EXISTE UNA PERSONA BUENA POR LA QUE MEREZCA LA PENA SALVAR DE LA QUEMA AL RESTO, COMO EN SODOMA Y GOMORRA...ASÍ QUE, CADA DÍA QUE APARECE ALGUIEN, MI MUNDO CONSIGUE UN DÍA DE VIDA MÁS.

25 noviembre 2008

Castillos de arena

Sus rizos dorados asomaban apenitas de dentro del enorme hoyo hecho en la playa. Había conseguido, después de toda la mañana cavando con sus diminutas manitas, esconderse casi del resto de los veraneantes.
- Mami, voy a hacer un agujero enorme- había dicho por la mañana. - Y después lo llenaré de agua para hacerme una piscina, mami-. Cogió sus útiles de construcción, a saber: un cubo de plástico con forma de castillo, pala, rastrillo y colador para tamizar la arena.
“Mami, no me pongas más crema, que se me pega toda la arena". "Mami, me voy a cavar."
Y así se situó unos metros de la orilla dispuesta a hacer su enorme agujero en la arena y, al lado, su montaña. Comenzó tan sólo con las manos, arañando con ambas mientras crecía una montañita al otro lado de donde estaba sentada. La tarea resultaba gratamente satisfactoria al principio: el pequeño hoyo inicial se agrandaba rápidamente. Cuando ya apenas llegaba al fondo con las manos comenzó a ayudarse de la pala. Al requerir un esfuerzo mayor, el tiempo pasaba sin que el agujero pareciera ahondarse ni un centímetro. Así que resolvió meterse dentro. Para entonces, la marea había subido y algunas olas comenzaban a llegar a orillas del socavón. Cuando la niña vio entrar el agua aplaudió alborozada al comprobar cuán bonito estaba quedando su trabajo. El agua parecía facilitarle la tarea, arrastraba la arena del borde y dejaba las paredes de su piscina limpias y pulidas. Entonces una ola mayor casi inunda su habitáculo dándole un gran susto. Decidió entonces construir un dique alrededor del pequeño lago para protegerlo de las embestidas del mar. De nuevo al principio su tarea resultó grata, ya que el dique parecía proteger efectivamente su proyecto.
Después de la cuarta llamada para comer pareció enterarse y corrió hacia su madre.
Cuando volvió, hora y media después, no consiguió encontrar ni rastro de su trabajo. Lo que había sido un fabuloso dique no era más que un diminuto montículo de arena. Contempló durante no más de un minuto lo que hasta hacía una hora había sido la piscina de sus sueños. Después, se dio media vuelta y corrió a jugar con los demás niños, a construir castillos de arena que tampoco resistirían jamás la subida de la marea.
Yo la miraba desde mi sombrilla de confort pensando que quizás alguien debiera hacerle entender que los castillos de arena, como los hoyos en la orilla, no siempre dependen de uno sino quizás de la marea, de la ubicación o de una tormenta, pero ¿quien quiere agotar la ilusión de una niña?.Desde luego, no sería yo. Ya se hará mayor y la vida ya se encargara de enseñarle que hay que esforzarse a diario para mantener un objetivo o bien que hay esfuerzos que quizás no merecen la pena. Me di la vuelta en mi tumbona para disponerme a echar la siesta. Hacía mucho tiempo que había decidido que no construiría más castillos efímeros.

No hay comentarios: