En busca de la excusa...

NEGÁNDOME A BLANDIR MI ESPADA, COMO SI, POR SER EL ÚLTIMO JINETE, TUVIERA EN MIS MANOS EL PODER PARA DESENCADENAR (O NO) EL APOCALIPSIS. EVIDENTEMENTE, EL FIN DE LA HISTORIA NO DEPENDE DE MI, PERO SIGO CABALGANDO POR EL MUNDO, NEGÁNDOME A ACEPTAR QUE NO EXISTE UNA PERSONA BUENA POR LA QUE MEREZCA LA PENA SALVAR DE LA QUEMA AL RESTO, COMO EN SODOMA Y GOMORRA...ASÍ QUE, CADA DÍA QUE APARECE ALGUIEN, MI MUNDO CONSIGUE UN DÍA DE VIDA MÁS.

27 noviembre 2008

Episodios. Parte X


Carla sabía que no volvería a sentir aquello. Lo supo el día que le vio alejarse a través del cristal mojado. Fingió que sólo observaba el agua en los charcos y mintió acerca de lo mucho que la enfadaba que lloviera, porque se suspendía el concierto que llevaba meses esperando. En realidad, sólo era una excusa para estar de morros. Se indignaba porque siempre supo que no debió enamorarse de aquel hombre, porque desde el primer día algo le dijo que aquello sería un antes y un después en su manera de sentir. Y así ocurrió.
Recogió las mesas que quedaban en su zona y le dijo al encargado que al día siguiente tenía que llevar a su tía al médico. Mintió a Lourdes cuando le dijo que en realidad tenía que ir a matricularse de un curso de no se qué. Se mintió a si misma, incapaz de reconocer que sólo deseaba dormir hasta las 12 para no recordar lo que había pasado hoy, para no tener que afrontar el después de aquel día cualquiera. Se dijo que estaba cansada y necesitaba hacer pellas ya que, al fin y al cabo, siempre cumplía con su trabajo.
Se fue a la cama a la misma hora de siempre, dispuesta a dormir hasta el amanecer de un año después, cuando hubiera pasado aquella tormenta, cuando hubiera decidido que hacer con su vida, cuando su mente hubiera borrado el recuerdo de aquella figura que se alejaba en medio de la lluvia. Al menos, aún no había salido el sol- se dijo- Sería insultante ver un sol resplandeciente en medio de su mar de nubes. Y se durmió, deseando que a la mañana siguiente, todo hubiera sido un sueño lejano, pero sabiendo que jamás volvería a salir el sol en aquel corazón turbado...

25 noviembre 2008

Castillos de arena

Sus rizos dorados asomaban apenitas de dentro del enorme hoyo hecho en la playa. Había conseguido, después de toda la mañana cavando con sus diminutas manitas, esconderse casi del resto de los veraneantes.
- Mami, voy a hacer un agujero enorme- había dicho por la mañana. - Y después lo llenaré de agua para hacerme una piscina, mami-. Cogió sus útiles de construcción, a saber: un cubo de plástico con forma de castillo, pala, rastrillo y colador para tamizar la arena.
“Mami, no me pongas más crema, que se me pega toda la arena". "Mami, me voy a cavar."
Y así se situó unos metros de la orilla dispuesta a hacer su enorme agujero en la arena y, al lado, su montaña. Comenzó tan sólo con las manos, arañando con ambas mientras crecía una montañita al otro lado de donde estaba sentada. La tarea resultaba gratamente satisfactoria al principio: el pequeño hoyo inicial se agrandaba rápidamente. Cuando ya apenas llegaba al fondo con las manos comenzó a ayudarse de la pala. Al requerir un esfuerzo mayor, el tiempo pasaba sin que el agujero pareciera ahondarse ni un centímetro. Así que resolvió meterse dentro. Para entonces, la marea había subido y algunas olas comenzaban a llegar a orillas del socavón. Cuando la niña vio entrar el agua aplaudió alborozada al comprobar cuán bonito estaba quedando su trabajo. El agua parecía facilitarle la tarea, arrastraba la arena del borde y dejaba las paredes de su piscina limpias y pulidas. Entonces una ola mayor casi inunda su habitáculo dándole un gran susto. Decidió entonces construir un dique alrededor del pequeño lago para protegerlo de las embestidas del mar. De nuevo al principio su tarea resultó grata, ya que el dique parecía proteger efectivamente su proyecto.
Después de la cuarta llamada para comer pareció enterarse y corrió hacia su madre.
Cuando volvió, hora y media después, no consiguió encontrar ni rastro de su trabajo. Lo que había sido un fabuloso dique no era más que un diminuto montículo de arena. Contempló durante no más de un minuto lo que hasta hacía una hora había sido la piscina de sus sueños. Después, se dio media vuelta y corrió a jugar con los demás niños, a construir castillos de arena que tampoco resistirían jamás la subida de la marea.
Yo la miraba desde mi sombrilla de confort pensando que quizás alguien debiera hacerle entender que los castillos de arena, como los hoyos en la orilla, no siempre dependen de uno sino quizás de la marea, de la ubicación o de una tormenta, pero ¿quien quiere agotar la ilusión de una niña?.Desde luego, no sería yo. Ya se hará mayor y la vida ya se encargara de enseñarle que hay que esforzarse a diario para mantener un objetivo o bien que hay esfuerzos que quizás no merecen la pena. Me di la vuelta en mi tumbona para disponerme a echar la siesta. Hacía mucho tiempo que había decidido que no construiría más castillos efímeros.

18 noviembre 2008

XXX Bécquer

Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún:-¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: - ¿Por qué no lloré yo?

16 noviembre 2008

Una vez más

Buscaba en su recuerdo algo que le hiciera sentir mejor. Algo que le evitara aquel hastío, esa desidia de vida que aparece con el desamor. Quizás Béquer pudiera ayudarle a definir ese momento- pensaba-. Estaba seguro que una rima suya describiría exactamente cómo se sentía.
Ni sus cuentos le servían para alegrar el momento. Quizás olvidaba que sus cuentos eran tristes, o que era imposible alegrar con un cuento un corazón triste.
Había que seguir adelante, había que dejar al tiempo hacer su trabajo, pero estaba cansado de que el tiempo caminara siempre todos sus senderos, le apartara de ellos, no le dejara vivir cada camino a su paso. Tenía la sensación de que su vida solo la vivía el tiempo, siempre tenía que dejarle sitio para que le ayudara olvidar, a superar... Estaba cansado de dejar que el tiempo viviera todas sus vidas sin que él consiguiera vivir ninguna... estaba tan cansado...

07 noviembre 2008

Rimas

XLI

Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o que abatirme...!
¡No pudo ser!

Tú eras el océano, y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén.
¡Tenías que romperte o que arrancarme...!
¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!

L

Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco a su capricho un dios,
y luego ante su obra se arrodilla,
eso hicimos tú y yo.

Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente, ridícula invención,
y hecho el ídolo ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor.

06 noviembre 2008

Adiós


Me voy a permitir esta licencia. Espero que sea de las últimas. Voy a dedicarme de nuevo un tiempo, una vez más, lo expreso de forma cansina porque llega a serlo, porque me tiene harta, porque estoy agotada de dedicarme momentos de decir adiós que luego no sirven de nada. Estoy aburrida de darme licencias, de permitirme ilusionarme, de agotarme hasta el hastío. Quiero que esto sea de verdad una despedida. Como dijo alguien, lo difícil es decir que no, que no puede ser, ser valiente para reconocer que no se puede, que se ha intentado pero no funciona. Dan ganas de gritar, de patalear y pegar a lo primero que se ponga por delante. Mi impaciencia por las decisiones me llevan de nuevo a sentarme frente a las letras a decir que estoy asqueada, pero a reconocer que aunque a priori parezca que se es valiente por querer pelear, bien es conocida la frase de que una retirada a tiempo es una victoria y que, en muchos casos, lo racional, lo sensato, lo más adecuado, lo mejor, es aceptar el hecho de que no se puede seguir adelante, que el daño es mayor que el beneficio, que hay que decir adiós, a pesar de lo que cuesta…